La Iglesia se compone de los fieles que viven en la tierra y los que se nos han anticipado en la muerte. Los últimos son los santos que están en el Cielo y las almas de los que se purifican en el Purgatorio. Así como el 1° de noviembre honramos a los que ya están con Dios, el 2 de noviembre conmemoramos a todos los fieles que han fallecido. Los honramos por su fidelidad en vida y rezamos por ellos porque se están purificando antes de ingresar en la Presencia Santísima de Dios. Como afirma el libro del Apocalipsis (21,27) acerca de la Jerusalén celestial: “Nada profano entrará en ella”.
¿Cuál es el origen de la Fiesta de Todos los Fieles Difuntos?
Desde sus primeros tiempos, la Iglesia recordaba en la Misa las almas de los que habían partido. Esto se hacía inscribiendo sus nombres sobre tablas. Esto es equiparable a lo que en todas las Misas de hoy en día es la oración por los fieles que han partido en Cristo, conocida como Memento Domine, así como la práctica de ofrecer misas por alguna persona en particular. La celebración de un día en especial para esta conmemoración comenzó en algunos monasterios en el siglo VI; y hacia el siglo X, la idea ya se había expandido a nivel diocesano con una fecha específica: 2 de noviembre, el día después de la Fiesta de Todos los Santos. Esta fecha fue adoptada ya en Roma en el siglo XIII.
¿Se conmemora lo mismo en la Fiesta de Todos los Santos que en la de Todos los Difuntos?
La Fiesta de Todos los Santos es el 1° de noviembre, en la cual se honra a todos los fieles que están en el Cielo. El 2 de noviembre, la Fiesta de Todos los Fieles Difuntos, rezamos por las santas almas que se encuentran en el Purgatorio, purificándose para entrar al Cielo.
¿Qué se hace el día de Todos los Fieles Difuntos?
Si bien no es un día de precepto, es buena idea ir a la Misa que se reza especialmente por todas las almas del Purgatorio. Además, deberían dedicarse algunos momentos del día para rezar por los seres queridos difuntos y por aquellos que no tienen quién rece por ellos.
Es una honrosa costumbre, también, visitar las tumbas de los seres queridos fallecidos ese día, tanto para rezar en el lugar donde se encuentran sus restos, santificados por los sacramentos que han recibido en vida y en espera ahora de la Resurrección general, y dejar allí alguna muestra de afecto, como flores, para adornar la tumba.