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EL MURO DE LAS CONCEPTAS

Por Luis Salvador Jaramillo

 

En la carta del señor embajador Eduardo Mora Anda, publicada el 4 de septiembre de 2023 en el diario Crónica, se habla de un hipotético derrocamiento del muro de las madres concepcionistas para edificar un centro comercial, añadiendo a dicho imaginario otras presuntas destrucciones del patrimonio cultural llevadas a cabo por algunos obispos de Loja. Ante todo, ello es imprescindibles algunas aclaraciones:

Se dice en dicha carta que, en 1901, “el tercer obispo de Loja hizo derribar lo que quedaba de la iglesia de San Agustín, y que vendió los altares a un comerciante chileno”.  Se debe precisar que Loja no tenía obispo en 1901, ya que Mons. Massiá, su primer obispo, estaba desterrado en Lima para esas fechas, ciudad donde murió en 1902. La iglesia de San Agustín, erigida[i] en 1581, fue severamente dañada por los terremotos de 1748 y aún más por el terremoto de 1797[ii], sufriendo por desgracia daños irreparables tras el flagelo sísmico de 1857. Los agustinos abandonaron dicha iglesia en 1870, y los Hermanos de las Escuelas Cristianas, recién llegados a Loja, destinaron el convento agustino para el funcionamiento de sus aulas. Cuando Eloy Alfaro expulsó a los Hermanos de las Escuelas Cristianas en 1897, todo ese conjunto patrimonial pasó a propiedad de la Sociedad de Obreros de Loja, quienes derribaron el resto del templo en ruinas a finales de la década de 1950. El cardenal Carlos María de la Torre fue obispo de Loja[iii] en el periodo de 1912-1919, y por lo tanto nada tuvo que ver con la demolición de la mencionada iglesia, dado que ella ocurrió treinta años más tarde, cuando ya no era propiedad de la diócesis.

En la carta se afirma también que el séptimo obispo de Loja, Luis Alfonso Chiriboga, destruyó la casa de Alonso de Mercadillo, “que por sucesivas donaciones había llegado a ser Palacio Episcopal”. Pero lo cierto es que dicha casa fue comprada por la diócesis de Loja a doña Alegría Bermeo y Manuel Alejandro Carrión Riofrío el 21 de octubre de 1887. En la escritura pública se dice que los vendedores recibieron dicha casa en herencia. Siguiendo la genealogía de sus propietarios precedentes (los Carrión Riofrío, Carrión Pinzano, Carrión y Valdivieso, y Carrión y Merodio) nos remontamos hasta 1630, sin mención alguna de Pedro de Lescano, segundo marido de doña Francisca de Villalobos, viuda del capitán Mercadillo y heredero final de los bienes del fundador[iv], ni tampoco de algún heredero suyo. Por lo demás, las más antiguas fotografías de dicha casa reflejan una arquitectura vernácula decimonónica, en el supuesto de que una construcción del siglo XVI pudiera haberse mantenido en pie por más de cuatro siglos. Más aún, no existe hasta hoy ninguna prueba de que el solar en cuestión haya sido propiedad del capitán Mercadillo.

Se dice además en dicha carta que vendieron la iglesia y torre de las Monjas Conceptas, donde estaban enterrados don Juan de Salinas, Juan de Alderete, y otros fundadores de la ciudad. Se debe aclarar que don Juan de Alderete está enterrado hasta hoy bajo el presbiterio de la misma capilla antigua del monasterio, porque así lo solicitó él en su testamento, y que los restos de don Juan de Salinas reposan en la iglesia de los dominicos, como lo pidió también él en vida[v].

En la carta se dice asimismo que un obispo de nombre Hugolino, “reconstruyó” la iglesia catedral solo para buscar un tesoro que se habría enterrado junto con los restos del obispo Checa. En realidad Mons. Checa, arzobispo de Quito, fue envenado en la ciudad capital el viernes santo de 1877, y sus restos reposan desde entonces en la misma iglesia catedral de Quito, sin que se haya hecho justicia contra los perpetradores de ese crimen infame. En cuanto a aquello de que “parece que se vendieron algunas esculturas de Caspicara”, se puede constatar el sitio de la catedral en donde están esas obras, igual que los retablos renacentistas, tallados y dorados, que se exhiben hasta hoy en el Museo de las Monjas Concepcionistas.

Pero llegando al punto álgido de dicha carta, se debe saber que ya en el mandato de Leónidas Plaza Gutiérrez (1912-1916) se expropió a las madres concepcionistas de las propiedades de las que dependían ellas para el sostenimiento de su monasterio, a cambio de una renta anual de 1 500 pesos, que jamás llegó a pagárseles cumplidamente, deviniendo más tarde en 1 500 sucres y finalmente en 1 500 dólares anuales, partida que fue suprimida por el presidente Rafael Correa. Sumidas en la penuria, las religiosas se vieron obligadas a vender en 1962 una franja de su monasterio para reconstruir el resto que estaba en ruinas. Hoy las religiosas sobreviven a duras penas mediante la venta de unos pocos productos elaborados por ellas mismas, ya que la totalidad de las limosnas deben destinarlas al pago de la regeneración urbana (1 230,00 USD mensuales), a tal punto de que la poca leche que pueden consumir deben destinarla únicamente para las religiosas enfermas. Por lo demás, en lo referente a “derrocar el muro”, como se dice en la carta, la superficie a intervenir corresponde tan solo a un 2.7 % del área total del muro. De ningún modo se ha pensado en derruir el muro de 513 m2, ni mucho menos. El área destinada a refacción está totalmente destruida  por la humedad, debido a lo cual las religiosas han resuelto, no movidas por meros afanes crematísticos, aprovechar las impostergables obras de sostenimiento de ese fragmento del muro de la calle Rocafuerte (de cimentación defectuosa desde el inicio) para abrir unos pocos locales comerciales cuyo arriendo contribuya al legítimo sostenimiento del monasterio, sin atentar contra su silueta patrimonial. Esta medida se hubiera podido evitar si todos a su tiempo hubieran aportado con ideas y medios para solucionar el problema de fondo.

[i] Diócesis de la Inmaculada Concepción de Loja, Evangelización liberadora, Ed. Don Bosco, Quito 2022, pág. 247

[ii] https://www.gestionderiesgos.gob.ec/el-terremoto-de-1797.

[iii] Espinoza et al. Monografía de la Diócesis de Loja, Ed. Sto. Domingo, Quito.

[iv] Jaramillo Alvarado P. Historia de Loja y su provincia, Senefelder, Guayaquil, 2002, 4ª Ed. Págs. 117-119

[v] Ibíd. Pág. 174

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